miércoles, 7 de julio de 2010

La visita al local de intercambio



Cinco años tardó mi marido Julián en convencerme, habían sido años de dudas y fantasías, de sis y nos pero no es fácil para una esposa que lleva 25 años compartiendo la vida con un hombre maravilloso lo que me pedía, ir a un local de intercambio de parejas.

Nunca desee tener sexo con otro hombre, y es que Julián me satisfacía plenamente, he de reconocer que cuando jugábamos con esta fantasía primero me desagradaba pero poco a poco le fui cogiendo el gustillo y no me importaba, claro que como fantasía nada más

Julián y yo estamos muy compenetrados, pondría la mano en el fuego que jamás me engañó, evidentemente yo tampoco le había puesto los cuernos y no creáis que no tuve proposiciones pero todas, absolutamente todas las rechacé como corresponde a una mujer casada.

Nunca fui una estrecha, me gusta el sexo y mucho, si no lo tengo un par de veces por semana estoy de muy mal humor, mi marido siempre me ha dado unas buenas raciones de esto, lo hemos hecho casi todo en este tema, vemos películas porno, ido a espectáculos pornográficos que nos han excitado a los dos, a playas nudistas y no me importa que me vean desnuda ni vestir sexy.

Pero viendo su deseo, acabé cediendo, se trataba de ir a este local que había visto por internet, sabíamos que no pasaría nada que no quisiéramos y él era consciente que no quería que pasara nada, solo mirar y ya está.

A medida que se acercaba el día Julián estaba más y más nervioso y caliente, me follaba cada noche, no paraba de hablar de cómo sería, lo que sentiría…, a mi no me calentaba, más bien lo contrario, me ponía nerviosa y eso me inhibe el sexo.

Aquel sábado lo dediqué a ponerme guapa, sabía que a estos sitios, quieras o no participar, tienes que ir de una determinada manera y para nada quería desentonar, por la mañana en la peluquería empecé a pensar que por primera vez en muchos años estaba poniéndome guapa para que algún otro hombre me deseara, cuando me tocó depilarme le dije a Juana que quería estar muy sexy y que le dejaba que me hiciese lo que quisiera, me dijo:

  • Lo que se llevaba es el pubis brasileño.

Le tuve que preguntar que era aquello, me dijo que se dejaba solo una finita tira de pelo en el pubis, la miré y le dije sonriendo:

  • Eso es lo que quiero
  • A Julián le va a encantar

Es curioso, me estaba poniendo el coño bonito pero solo se trataba de ir y mirar, claro que ya sabéis que a las mujeres solo nos sentimos realmente guapas si lo estamos en todos los aspectos, como si los otros supieran que ropa interior llevas, o si tienes las tetas firmes y la piel suave.

Juana es una profesional y me hizo un gran trabajo, me miré, una finita línea en el pubis y el coño sin un solo pelo, estaba para comérselo.

Julián se pasó el día nervioso y yo muy atareada con todo aquello, había escogido la ropa, me pondría un vestido negro sin hombros que se ciñe a mi piel, un tanga del mismo color y un sujetador sin tiras, no sabía nada de mi depilación, cuando llené la bañera para darme un baño salí al salón con un batín y poniéndome delante suyo lo dejé caer, se le salían los ojos y solo me decía lo guapa que estaba, tanto que quiso follarme allí mismo pero no le dejé, sabía que si lo hacía bajaría su excitación, además, al regresar seguro que estaría mucho más caliente.

Me puse en la bañera, con el agua caliente me relajé, no sé exactamente cómo pero mi mente empezó a visualizar que podía encontrarme en aquel local y sin darme cuanta me fui calentando, mis pezones se pusieron duros, me acariciaba el cuerpo con la esponja y al llegar al coño sentía un placer especial, decidí seguir sintiéndolo y aquello era lo más parecido a una masturbación, y todo mientras me imaginaba a un montón de parejas follando unas con las otras sin importarles con quien, por suerte tuve las fuerzas suficientes para acabar con aquello sin correrme pero me empezaba a gustar la idea de mi marido.

Al salir de la bañera se lo dije y se puso muy contento, otra vez tuve que evitar que me follara.

Me puse el tanga y el sujetador, me miré al espejo, me sentía deseable y caliente, lo mejor que le puede pasar a una mujer, me puse el vestido y algo no acababa de gustarme, si mis pechos estaban todavía firme, porqué dejar que la marca del sujetador afeé mi figura?, me lo saqué, los pezones se me marcaban claramente, pero y qué?, mejor

Mucho más tranquila y bastante calentita salimos, habíamos preparado una cena romántica, Julián había reservado una mesa en un local que conocemos y me encanta, el metre al verme me dijo:

  • Señora Luisa, hoy está especialmente guapa

Se lo agradecí y me confirmó que mis impresiones eran correctas, la cena fue muy bien, hablamos mucho, al final ya en los postres lo hicimos de a dónde íbamos, Julián me insistió en que estuviera tranquila que no pasaría nada que no quisiera. Le dije que lo estaba y que me hacía ilusión ir a un "templo del sexo libre"

De camino al local mi marido estaba muy nervioso, casi no acertaba en nada, al contrario que yo que estaba súper tranquila, curioso, los papeles se habían invertido.

La entrada no se parecía en nada a lo que esperaba, era una puerta sin nombres que había que llamar, a Julián le costó un poco por los nervios pero al final lo hizo, en unos segundos una mujer que vestía muy sexy (si llevar una blusa transparente negra sin sujetador es sexy o más que eso), nos recibió con una sonrisa y nos hizo pasar, la primera visión no era nada extraña, una barra con varias parejas hablando y bebiendo, la única diferencia es que especialmente las mujeres iban muy sexys con falditas cortas.

La chica nos dijo que nos sentáramos y tomáramos algo, que ella misma nos enseñaría el local pero oímos una mujer que dijo:

  • No te preocupes, ya se lo enseñamos nosotros

Nos giramos, la sorpresa fue mayúsculas, Ana, mi compañera de trabajo estaba allí!, en aquel momento quería que se me tragara la tierra, que vergüenza.

Se dio cuenta enseguida de lo que pasaba y me dijo:

  • No te preocupes Luisa, que los que estamos dentro sabemos a lo que vamos
  • Solo queremos ver cómo funciona esto, dije
  • Ya, todos hemos empezado igual.

Me presentó a su marido y yo al suyo, ya lo había visto alguna vez pero solo de lejos, estábamos muy nerviosos, Ana llevaba una blusa muy escotada, que es como puedo expresar que el escote llegaba al ombligo y evidentemente sin sujetador, con una falda amplia pero corta, su marido es un hombre de nuestra edad muy alto y bastante guapo, seguro que Julián encontró a Ana muy guapa porqué lo estaba.

Se sentaron a nuestro lado, costaba no darse cuenta de las miradas de Pedro, sentía el deseo descarado de un hombre desconocido sobre mi cuerpo y lejos de enfadarme me gustaba, estoy seguro que todos se dieron cuenta pero como que Ana tampoco se quedaba corta con Julián, no me preocupé.

Después de una explicación de cómo habíamos decidido ir a un local como aquel y su afirmación de lo consabido que no pasaría nada que no quisiéramos decidimos conocer el local, cuando me levanté las piernas me temblaban y me costaba andar, por un pasillo se accedía a una especie de pista de baile, por el camino pude cruzar mis ojos con los de mi marido para confirmar que todo iba bien, en la pista varias parejas bailaban, algunas chicas iban de cintura para arriba desnudas, incluso una bailaba solo con un tanga, era como una discoteca normal a no ser por como vestían ellas y, lógicamente por los roces del personal.

Ana nos propuso bailar, los cuatro movíamos el cuerpo en la pista, al principio no pasó nada pero después me di cuenta de que Pedro se colocaba en posiciones para que nos rozáramos, si se trataba de esto, le dejaría, pensé, así que varias veces nos juntamos mucho sin que pasara nada más.

De repente la música cambió a lenta y la iluminación bajó mucho, sin darme tiempo a reaccionar Pedro me agarró para bailar, vi que Ana lo hacía con Julián y por lo tanto no habría problema, a medida que pasaba el tiempo Pedro se acercaba más a mi hasta llegar a contactar los pechos, sus manos estaban en la espalda pero poco a poco bajaban, no quería que me tocara el culo pero poco a poco se acercaba, cuando llegó a la altura de la tira del tanga me dijo:

  • Que sorpresa, llevas ropa interior
  • Solo tanga, dije muy avergonzada
  • Es que aquí casi ninguna mujer lleva
  • Por favor, no bajes más las manos, vale?
  • No te preocupes

Miraba a mi marido que lo pasaba mucho peor que yo ya que Ana lo apretaba mucho pero no se atrevía a decir nada.

Cuando acabó la música Ana nos propuso visitar el resto del local, yo estaba excitada viendo aquello y todo hacía pensar que lo próximo sería mejor, el pobre Julián lo notaba muy nervioso.

Entramos en una sala de Sado, había una especie de cruz con unas abrazaderas para las manos que servían para atar a la "víctima", un yugo que tenía tres agujeros, dos para las manos y otro para la cabeza y una silla de ginecólogo, de estas que quedas estirada con las piernas abiertas, había una pareja, ella en el yugo con la falda levantada y su pareja le azotaba suavemente el culo que quedaba totalmente descubierto, a mi estas azotainas me gustaban, a Julián siempre se las pedía, de ir solos seguro que le hubiese dejado hacérmelo, y más viendo la cara de satisfacción de la mujer, el hombre nos miraba, creo que nos invitaba a participar pero seguimos allí mirando sin hacer nada hasta que se fueron, fue cuando Pedro puso a su mujer en la cruz, le ató las manos, mi marido y yo mirábamos como Ana se dejaba hacer con cara de sumisa, Pedro le acariciaba por encima la ropa, le tocaba las tetas con pasión, ver a mi compañera en este estado y disfrutando me provocó un aumento del lívido, y a Julián le pasaba algo parecido, las manos fueron bajando y las puso bajo la falda, cuando adivinamos que había llegado al coño Ana hizo un gemido de placer.

Pedro la desató, a mí me gustaba el espectáculo pero seguro que pensaron que no era suficiente, Ana me dijo:

  • Te toca.

No estaba muy convencida pero acabé aceptando, me ató las manos, estaba indefensa sin saber que podía pasarme ni hacerme, Ana me levantó la falda por delante y me dijo:

  • Vaya, es verdad, llevas bragas.

No es que me importara mucho que Pedro las viera, como os he dicho soy nudista, más bien me encantó con el ambiente, pero Ana continuó

  • Y si se las sacamos?

Mi marido simplemente se reía con una sonrisa nerviosa, seguro que le apetecía mucho pero no se atrevía a decir nada ni sabía si yo quería, Ana vio que no me oponía, se acercó y subió de nuevo la falda, le pidió a Pedro que la aguantara, la cogió con una mano, puso las manos en las gomas del tanga y lo bajó, miré y vi que en la entrada había una pareja que también observaba lo que hacíamos, dejó a la vista mi recién depilado coño, continuó tirando del tanga hasta que me lo sacó, Pedro seguía con mi falda levantada y Julián con la sonrisa nerviosa

  • Vaya con Luisa, dijo Ana con mi tanga en la mano, está mojado.

Era evidente, no podía estar de otra forma, me desató y me lo devolvió, como no tenía bolsillos tuve que dárselo a Julián que lo guardara

  • Ahora pondremos a Ana aquí, dije señalando el yugo

Encantada se puso, se arrodilló y colocó la cabeza y las manos en posición, bajé la madera y a continuación le subí la falda como había visto un rato antes que estaba la otra pareja, su culo quedó descubierto, Julián seguía sin decir nada y con aquella sonrisita, Pedro cogió una especie de pala y le dio tres cachetes bastante fuertes, tenía que saber lo que le gustaba a su mujer ya que los recibió encantada pero después se la dio a Julián, no sabía qué hacer y para desvanecer sus inquietudes le hice que si con la cabeza, mi marido cogió la pala y le dio un par de cachetes como había visto hacer a Pedro, a los que Ana respondió con gemidos bastante fuertes, incluso que cuando se lo hacía su marido.

La sacamos de allí y dijo:

  • Y a los hombres, ponemos a Julián?

Costó nada convencerle, Ana se encargó de colocarlo y sin que se lo esperara puso la mano en los botones de los pantalones, le bajó la cremallera y tiró junto con los calzoncillos, su culo desnudo estaba a punto de ser azotado pero también le vimos la polla que estaba empinada, Ana la miró y después observarla se rió y me dijo:

  • Le damos con la pala o las manos
  • Con las manos, le dije, pero las dos a la vez.

Seguro que mi marido estaba contento, el primer cachete resonó por toda la sala, seguimos con un segundo y un tercero, cada una en una anca del culo, era evidente que mi marido le gustaba, incluso pudimos notar como la polla tenía espasmos.

  • Tu marido estaría encantado que te arrodillaras y se la chuparas, me dijo Ana

Por debajo del yunque permitía que entrara la cabeza y poner su polla en la boca pero me daba corte hacérselo delante de ellos, Pedro insistió y Julián no decía nada pero lo deseaba, me arrodillé y andando de cuatro patas acerqué la boca a la polla, cuando la introduje dentro Ana le dio un par de cachetes pero eso no es todo, noté que alguien subía mi falda, no podía ser otro que Pedro pero no me giré a mirarlo, el que lo veía perfectamente era mi marido, Ana le dio otra tanda de cachetes mientras seguía chupando y yo recibí primero unas caricias y después uno cachete también, como aquello nos gustaba a todos seguimos con el juego, oí que Julián gemía fuerte, no se por cuál de las tres cosas, si los cachetes de su culo, mi chupada o ver que otro hombre tenía mi culo a su disposición y le estampaba su mano le calentaba más, y a mí me calentaba igual que a mi marido pero lo que me puso más es cuando noté que mi marido no aguantaba y estaba a punto de correrse, disparó la leche en mi boca mientras Pedro seguía acariciándome el culo muy cerca del coño y Ana le daba cachetes, mi marido gimió muy fuerte, me tragué toda la leche.

Lo desatamos, la cara de felicidad de Julián era evidente, la mía no lo era menos, se subió los pantalones y propuso poner a Pedro, este sabía lo que le esperaba, Ana me dijo que me tocaba a mi bajarle los pantalones, con timidez me acerqué, puse los dedos en los botones de los pantalones y al bajar la cremallera noté lo que esperaba notar, un bulto importante, tire de todo ello y le vi la polla que era aparte de dura bastante gruesa, quizás un poco menos larga que la de mi marido pero considerablemente más gruesa, Ana se puso de rodillas y esperó mi primer cachete para ponérsela en la boca, me costó arrancar pero después le di tantos como quise, mientras mi marido solo miraba, Ana quería el mismo trato que me había dado su marido así que dejó la polla de Pedro un momento para decirle a Julián:

  • A mí también me gusta que me toquen el culo

Julián sabía que tenía el camino libre, le subió la falda, Ana volvió a tragarse la polla de Pedro y mi marido puso la mano para acariciarlo y también le dio el primero de varios cachetes, yo seguía con Pedro y en poco rato le pasó lo mismo que a Julián, se corrió y Ana se tragó toda la leche.

Hay que decir que en este punto estaba al borde de un colapso, necesitaba un orgasmo como fuera y al parecer Ana tenía el mismo deseo ya que se puso en la silla de ginecólogo, puso las piernas en los estribos subiéndose la falda, Julián miraba el coño de mi compañera de trabajo totalmente abierto y depilado, la visión era impresionante, Pedro se puso entre las piernas y acercó la cara al coño, Ana nos señaló que nos pusiéramos uno a cada lado, la visión de ella disfrutando de la comida de coño, además viendo cómo se movía la lengua sobre el clítoris era impresionante, se movía entre espasmos, sabía que le costaría poco correrse, se desabrochó la blusa y salieron sus dos tetas con los pezones desafiantes, seguro que mi marido se moría de ganas de tocarlos, a mi no me hubiese importado pero lo que pasó no fue esto, Ana me cogió una mano Y LA PUSO ENCIMA DE SUS TETAS!!!!!, jamás había tocado un pecho de una mujer ni sentido deseos de hacerlo pero no me importó, los toqué como me gusta que me lo hagan, suavemente y pellizcando un poco los pezones, pero también me cogió la otra mano y la llevó a su coño, mis dedos chocaban con la lengua de Pedro, me excitaba todo lo que pasaba, y Ana no menos ya que se corrió con un orgasmo que duró más de un minuto.

  • Te atreves?, me preguntó Ana

Lo dudé pero le dije:

  • De momento no, porqué no vemos el resto del local?

Necesitaba imperiosamente un orgasmo pero lo de que participara Ana y Pedro me mirara me daba mucho corte, salimos de la sala con el correspondiente disgusto de la pareja que estaba mirándonos y nos dirigimos al cine, era una sala con unos sofás continuos donde proyectaban películas porno, en los sofás había varias parejas, unas solo miraban, otras se estaban tocando, una chica se comía la polla de su pareja, y varios grupos de dos o tres parejas jugaban entre ellos, era la primera vez que veíamos un autentico show porno en directo real, aquello no tenía guión como las películas o espectáculos, la gente disfrutaba realmente y si pensé que debía haberme corrida ya que mi entrepierna empezaba a no aguantar tanta presión.

Después nos enseñaron la pista oscura, no entramos ya que al parecer allí la gente se tocaba sin que supieran quien lo hacía ya que no había luz y no quería que varios tíos desconocidos me magrearan.

Quedaba la sala de la cama, entramos, a un lado taquillas para dejar la ropa, al otro unas duchas y siguiendo por el pasillo vimos la habitación, era una cama enorme y un montón de gente desnuda revolcándose los unos sobre los otros, allí era casi imposible descifrar quien era pareja de quien, me quedé embobada viendo como era una orgía en directo, solo se oían gemidos, nada más, nadie decía nada, se iba a disfrutar, los ojos se nos salían de las órbitas, Ana nos dijo que o salíamos o nos metíamos pero no estaba muy bien visto que la gente se quedara allí parada.

Muy a nuestro pesar nos marchamos, ya habíamos visto casi todo el local, nos quedaba la zona de agua, era una sala pequeñita en la que solo había un gran jacuzzi para tres o cuatro parejas, estaba libre, Ana nos propuso ponernos, miré a mi marido y ambos estábamos de acuerdo, nos desnudamos, al sacarme el vestido Pedro me observaba, no me importó, es más, me encantaba lucirme y sentirme deseada, los cuatro nos pusimos dentro, tenía a un lado a Pedro y en el otro a mi marido, delante a Ana, las burbujas no dejaban ver lo que sucedía y algo me hizo pensar que Ana agarraba la polla de su marido por lo tanto hice lo mismo con el mío, estaba dura a pesar de haberse corrido poco rato antes pero una mano, que no podía ser otra que la de Pedro se puso en mi muslo, no sabía qué hacer, que la tuviera allí no me importaba pero estaba muy caliente y temía que se atreviera a subir hacia el coño, le cogí la mano a mi marido y la puse en mi muslo, al hacerlo se dio cuenta que ya había otra, le susurré que hiciera lo mismo con Ana igual que hice yo con Pedro, los hombres estaban encantados ya que les estábamos haciendo una paja pero a mí también me apetecía así que dejando un momento la polla de Julián le subí la mano hasta el coño, el resto ya lo entendió, no sé si era por la calentura o todo el ambiente, lo cierto es que pareció la mejor masturbada que me habían hecho nunca, empecé a jadear, Pedro no se atrevía a mover la mano del muslo y Ana me miraba, dejó a su hombre y se arrodilló entre mis piernas, no estaba muy segura de querer que me tocara y ella en principio no lo hacía pero al ver que su mano se dirigía a mis tetas me abandoné y decidí olvidarme de que era mi compañera de trabajo y disfruté de las muy bien dadas caricias, después de un buen rato me dijo al oído:

  • Déjale a Pedro que te toque
  • No por favor, suspiré
  • Te gustará, ya lo veras
  • No, no, dije

Pero mi amiga no me vio muy convencida y cogió una mano de su marido y la puso en mi teta. Me abandoné totalmente, ya no me importaba nada que no fuera disfrutar y el que fueran dos hombres y una mujer que me acariciaran me daba lo mismo, y no se acabó aquí, noté que otra mano también estaba en el coño, sin duda la que Pedro tenía dentro del agua, yo tenía una mano en la polla de mi marido pero la otra, que hasta entonces estaba en los muslos de Pedro la subí agarrándole la polla, y así, con dos manos de dos hombres distintos masturbándome el coño, una mano de hombre y otra de mujer en mis tetas y mis dos manos en dos pollas me corrí como nunca en la vida, en intensidad y duración.

  • Ufff!, ha sido maravilloso, dije cuando me recuperé
  • Si, lo ha sido, dijo mi marido

Ana se puso en su sitio y les dijo a los hombres

  • Yo también quiero uno

No la hicieron esperar, a Julián se le había pasado toda la vergüenza, yo me arrodillé entre sus piernas y jugué con la única teta que quedaba libre, sin duda estaba disfrutando de los maravillosos dedos de los dos hombres que tenía y su manos hacían lo mismo que las mías un rato antes bajo el agua, fue maravilloso ver aquella corrida.

  • Me habéis satisfecho por lo menos para un año, dijo Ana riendo y contenta
  • Y nosotros, dijo Pedro
  • Claro pobres, dijo Ana, habrá que hacer algo, y si nos vamos a nuestra casa y lo hablamos?

Nos vestimos, salimos del local, como su casa estaba cerca dejamos el coche aparcado y nos fuimos a pié, Pedro me agarró por la cintura y Ana a mi marido, ya no me importaba, total sus manos me habían hecho tener el mejor orgasmo de mi vida

Al llegar a su piso, por cierto, muy bonito, los hombres se sentaron en un sofá y Ana me dijo que le acompañara a la cocina para ayudarla, como supuse lo que quería es hablar con migo a solas, me dijo:

  • Que te apetece que hagamos?
  • No sé, para mi es la primera vez, qué harías
  • Lo tengo claro, me follaría a tu marido pero no sé si quieres y además no sé si te apetece follarte a Pedro
  • No sé, dije tímidamente, se que a Julián le encantaría pero es muy fuerte
  • Y lo que hemos hecho no lo es?
  • Sí, mucho, dije riendo, pero eso lo es más.
  • Está en tus manos, si no, por lo menos una paja a cada uno se la debemos.
  • Sabes, me gustaría follarme a Pedro pero me da vergüenza y además no sé cómo reaccionará mañana Julián
  • Eso solo lo sabes tú, yo no puedo aconsejarte
  • Ya veremos, les traemos bebidas y según la marcha.

Así lo hicimos, se las ingeniaron para que yo me pusiera con Pedro y ella con mi marido, Pedro me cogió por el cuello y me acurruqué encima de su pecho, Julián nos imitaba, estuvimos mucho rato hablando de lo que nos costó tomar la decisión y lo bien que había resultado todo gracias a ellos, mientras Pedro iba entrando la mano por el escote y la movía entre mis tetas, yo seguía sin inmutarme, total un rato antes las había gozado a placer y me estaba calentando de nuevo, a medida que avanzaban los minutos la mano estaba más cerca de los pezones, yo me dejaba, Julián seguía imitándolo hasta que me agarró completamente la teta y se hizo un silencio que cortó Ana diciendo:

  • Que os parece si seguimos hablando en la cama?
  • Vale, dije decidida y ante la sorpresa de mi marido

Nos fuimos a la habitación, tenían una cama enorme, me saqué el vestido y quedé desnuda, me di cuenta que me había anticipado ya que Ana le pidió a Julián que se lo hiciera pero me acerqué a Pedro y lo desnudé, al bajarle los pantalones vi con plena luz la polla que había tenido entre mis manos, nos metimos en la cama, las dos mujeres en medio y a mi lado Pedro que rápidamente me abrazó, la sábana nos cubría lo que daba un cierto misterio pero era fácil de ver que la polla de mi marido se movía y no era su mano quien lo hacía, cogí la de Pedro y le dije lo suficientemente alto para que todos me oyeran:

  • Fóllame, pero con cuidado, es muy gorda

Tiró de la sábanas y antes de follarme tenía otros planes, empezó a besarme centímetro a centímetro desde el cuello, iba bajando dándome placer a las tetas con los labios, poco a poco llegó al vientre y cuando bajó más le abrí las piernas, miré a mi marido justo antes de sentir la lengua en el coño, estaba besando en la boca a Ana, los certeros lametones del clítoris me provocaban espasmos de placer y cuando estuve a punto de correrme intensificó el ritmo para que mi orgasmo fuera mejor.

Miré a Julián, estaba dando buen placer al coño de Ana, Pedro abrió un cajón y cogió dos condones, dio uno a mi marido y el otro se lo puso, me preparé para recibir una polla nueva, abrí las piernas, me la apuntó al agujero y la deslizó adentro muy despacito, sentía un placer distinto, nuevo, genial, aquella polla me estaba haciendo notar placeres olvidados de la variación, vi que mi marido estaba a punto de taladrar el coño de Ana pero no pude centrarme en ello, solo podía disfrutar y lo hice, como una loca me corría una y otra vez, solo oía a mi amiga haciendo lo mismo, me alegré que viera lo buen amante que es. Pedro me hizo cambiar de posición, me puso de cuatro patas y desde atrás me penetró, es la manara que noto más el volumen de una polla y en su caso me apetecía hacerlo pero después de casi una hora así ya no podía correrme más, me giré follada como estaba y vi que Julián se acababa de correr.

Pedro sacó la polla de mi coño, hice que se tendiera entre Ana y yo, le saqué el condón y puse los labios en el trozo de carne que me había dado tanto gozo y placer, inmediatamente Ana se acercó, mientras yo me dedicaba a la polla ella lo hacía a los huevos, Julián ya totalmente satisfecho nos miraba como dos mujeres, una de ellas la suya, daban placer a un hombre que hacía poco casi ni conocíamos.

Poco a poco los labios de Ana de acercaban a los míos, iban subiendo por la polla y chocaron en la punta, no me importó, es más, me agradó, los dos labios pegados le comían la polla a Pedro y no pudo aguantar más, me avisó por si quería separarme pero ya no me importaba, cuando empezó a salir leche nos la repartíamos, los dos labios juntos pugnaban por tragársela a la vez que nos besábamos, y cuando acabó de correrse seguimos besándonos, esta vez dejando de lado a Pedro, Ana puso una mano en mi coño y yo la imité, aquellas caricias me gustaban, los dos hombres nos miraban sentados en la cama, nos estiramos dando rienda suelta a las pasiones, nos pusimos en posición 69, le comía el coño y espero que tan bien como me lo hacía ella y si, nos volvimos a correr.

Acabamos los cuatro muy satisfechos, sin duda aquella noche había resultado mucho mejor de lo que esperábamos, y no fue la última.

Y que bien duermo desde entonces!!!


Recuerdo la fecha como la de mi cumpleaños porque para mí fue un regalo como los de cumpleaños. Mi madre estaba ingresada a punto de dar a luz a mi hermana. Yo estaba en esa edad rebelde, esa tardía adolescencia de los 17 que se contradecía con el mundo que habitaba mi cuerpo. Además estaba celosa. Sí. Estaba celosa desde hacía meses. Estaba celosa desde que supe que iba a tener una hermana. Estaba celosa desde que me di cuenta de que iba a dejar de ser su niña.

Pero aquella noche estaba siendo especial. Mi madre llevaba un día ingresada; mi padre después de la visita, había salido con unos amigos a tomar unas copas y regresó a casa a la espera de noticias del hospital; aquella noche estaba siendo especial porque mi padre había bebido y entre el alcohol y la euforia de su nueva paternidad, estaba muy alegre; había pedido pizzas y habíamos estado viendo una película de risa. Después nos tiramos en la terraza a disfrutar de la estupenda noche de verano, escuchando los grillos del jardín que rodeaban la piscina. Me gustaban los veranos porque era la única época del año en que lejos de los internados para señoritas de bien, disfrutaba de los lujos de mi familia y de los caprichos materiales que mi padre siempre me concedía para rellenar los espacios que ni él ni mi madre ocupaban el resto del año.

-Me voy al agua-
-¿Qué dices hija? Al agua ahora....
-Venga papi, hace calor, vamos a darnos un chapuzón- lo observé mientras apuraba el último trago de whisky en vaso on the rocks- venga porfa papá...
-Vale pero sólo un remojón ¿de acuerdo? estoy cansado y quiero ir a dormir- se levantó intentando disimular que el alcohol desequilibraba sus movimientos.

Me quité la camiseta, me tiré de cabeza a la piscina y desde dentro lo llamé. Bajó las escaleras metálicas y nadó hasta mí, yo huí juguetona hasta el otro borde donde no se hacía pie. El llegó hasta mí y me arrinconó contra la pared.

-Te pillé, ¿a ver qué haces ahora?- su aliento olía a tabaco y whisky pero me gustaba tenerlo tan cerca
-Sé muchas cosas que podría hacer para liberarme de ti pero prefiero que me abraces- lo miré indefensa- a veces te echo de menos papá, paso mucho tiempo lejos de ti y te echo de menos.

Vi cómo se le rayaban los ojos de compasión y culpa, me acarició una mejilla y me abrazó. Pasé mis brazos alrededor de su cuello y me pegué a él rodeando su cintura con mi piernas para no hundirme. Me quedé en aquella posición sintiendo cómo mi cuerpo recibía grato aquel abrazo tan celado. Aproveché el ligero balanceo del agua para mecerme con él apretándome, deseando que mis piernas no se separaran nunca. Creí que mi padre rehuiría del intencionado magreo pero creo que la culpabilidad por haber estado tanto tiempo lejos de mí le incitaba a entender que aquello tenía que ser así... y yo encantada claro. Cuando era pequeña, antes de los internados, jugaba con él del mismo modo y me gustaba ver cómo él reaccionaba y seguía jugando un poco más dejándome cabalgar sobre él hasta que empezaba a sudar, luego me abrazaba, me besaba la frente y se metía a solas en el baño. Con el tiempo, en los dormitorios de las residencias juveniles unas veces sola y otras muy bien acompañada, fui entendiendo muchas cosas y deseando muchas otras más. Ahora estaba encantada de tener a mi padre para mí, como cuando era niña y más encantada estuve aún cuando noté que la borrachera de mi padre era mayor de la que ambos creíamos; se dejaba somnoliento y casi sonreía cada vez que me frotaba. Empecé a sentir que bajo sus calzoncillos algo se movía. Ese despertar me era familiar, sabía lo que venía después y rogaba que mi padre continuara dejándose llevar. Lo escuché susurrar cuando me apreté más para que siguiera empalmándose pero fue entonces cuando reaccionó, sin desprenderse de mí me besó la mejilla, me miró y me dijo.

-Es mejor que salgamos, mi niña- me separó las piernas y cogiéndome por la cintura me subió hasta dejarme sentada en el borde de la piscina. Me miró desde el agua y nadó hasta las escaleras del otro lado.

Me sentí rechazada y como buena adolescente di un rabotazo y entré en la casa dando un portazo. Mi padre me llamó desde fuera intentando disculparse pero no hice caso. Subí a mi dormitorio me quité las bragas y el sujetador mojados y me tumbé en la cama bocarriba. Mi padre me había excitado y notaba mi coñito depilado a la moda humedeciéndose. Me acaricié y me abrí de piernas para escuchar el chasquido mojado de mi moco al frotarme con los dedos. Me pellizqué los labios del conejo y note cómo se volvían carnosos y boqueaban como los pececillos. Seguí tocándome unos minutos y escuché la puerta del mueble bar en el salón y el sonido de las piedras de hielo al caer en un vaso, los pasos de mi padre... deseé que subiera y me viera allí, masturbándome por él pero no pasó de su dormitorio, escuché el vaso de whisky sobre la mesilla y los muelles de la cama cuando se sentó en ella. Cerré los ojos y me lo imaginé desnudándose, tumbándose en la cama con su polla aún medio erecta. Cerré los ojos y me lo imaginé tocándosela a solas pensando en mí, deseándome y mi excitación me llevó a colarme los dedos. Los moví dentro mientras con la yema de los otros me apretaba el clítoris hasta sentir un espeso escupitajo caliente brotando entre mis piernas. La masturbación de una adolescente puede ser muy tierna pero también muy guarra; dejé que mi corrida bajara hasta mis nalgas y seguí tocándome para sentir los últimos escalofríos, me mojé las manos en el chocho y me manoseé los pechos. Estaba sudada, olía a pescado sobado y tenía las manos pegajosas; quería seguir allí tocándome hasta rozarme toda pero tenía sed. Me levanté y salí al pasillo para ir al baño a refrescarme.

Mi padre había puesto la radio, al pasar delante de su cuarto vi la puerta entrecerrada, él nunca hacía eso, siempre la dejaba abierta de par en par. Me acerqué y la empujé levemente. Estaba como me lo imaginaba en mis fantasías, no se había desnudado pero estaba bocarriba disfrutando de un largo masaje en su pene. Me quedé allí, mirándolo y note cómo volvían a hincharse los labios de mi chocho. Me acaricié con las piernas flexionadas y al notarme tan mojada no pude dejar de frotarme como una desesperada. Gimió cuando su chorro se estrelló en la palma de la mano con la que se cubría el capullo para no salpicar, se corrió y dejó de tocarse de pronto, supongo que acostumbrado a hacer lo mismo con mi madre, meter, cumplir y parar. Se levantó, apuró el whisky y haciendo eses por el camino entró en el baño de su dormitorio y se metió en la ducha. Tal y como estaba no podía quedarme allí sin más, así que decidí meterme en su cama y esperarlo allí desnuda. Tardó apenas unos minutos; cuando volvió a salir envuelto en una toalla, me encontró bajo sus sábanas.

-¿Qué haces aquí pequeña?- preguntó paternal.
-Papi, esta noche quiero acostarme contigo- la frase era cierta en todas sus interpretaciones pero creo que él quiso entender la inocencia de una hija pasando la noche junto a su padre al que ha echado de menos casi durante toda la vida.
-Vale cielo- entró en el baño y volvió a salir con el short de un fino pijama de seda.

Se acostó y apagó la radio. Se giró y me dio las buenas noches con un beso en la frente. Aún olía a alcohol y su cuerpo estaba lleno de calor. Pronto sentí su aliento quedándose dormido. Me acomodé abrazada a él. Creo que no se había dado cuenta de que estaba desnuda, retiré despacio las sábanas y comprobando que ya dormía la mona aproveché la intimidad.

Encendí la luz de la mesilla, me senté junto a él mirándolo y acaricié la seda del pijama. La respuesta fue inmediata, algo se movía. Traviesa y curiosa froté más y bajé el movimiento hasta los huevos que se le escapaban por las perneras del short, regresé hacia arriba y apreté la caricia sobre su capullo. Ya no se movía inquieta, ahora su polla se sacudía intentando escapar del pijama, mi padre sonreía sin despertar, viviendo su sueño erótico más real. Sabía que intentar moverlo lo despertaría pero quería bajarle el pantalón y ver cómo se empalmaba, me maravilla ver cómo un hombre se va empalmando mientras se la toco; aflojé el nudo del elástico y dejé que cediera, no podía bajárselos pero podía dejar su polla al descubierto. Metí mi mano para sacársela y al agarrarla noté su dureza, las venas ya yertas agradeciendo el contacto de mi mano. Se la saqué y después de acariciarla completa de arriba a abajo me dije que tenía que hacerlo ya, antes de que se despertara, así que me incliné y metí su sonrosado capullo en mi boca. Aquel músculo pegó un respingo cuando tragué y siguió creciendo dejándome saborear unas gotitas melosas mientras miraba por si se despertaba. Aproveché y tragué cuanto me cabía en la boca pero justo cuando iba a seguir bombeando sobre mi golosina una manos frenaron suavemente mi frente.

-¿Qué haces hija? Estáte quieta mi amor- papá me pedía que parara de una manera muy extraña porque no se movía ni intentaba retirarme de su lado- mi vida, esto no está bien, déjalo ya- volvió a balbucear casi sin fuerzas.

Aproveché su falta de energía para imponerse y continué más afanada mi mamada pelando con mis manos la piel que no me cabía en la boca. “No, no...”, me decía pero se contorsionaba acariciándome el pelo “...no está bien, hija esto no está bien”, pero ya me seguía el ritmo y me dejaba moverme con soltura por su cuerpo. Lo había conseguido. Pasé mis labios a lo largo de su verga acariciándole los huevos con una mano, pellizcándole la pielecilla que los recubría, él se encongíó en un gemido, desde abajo chupé de nuevo a lo largo apretando mis labios hasta su capullo y rodeándolo con los dientes apreté mi lengua en su agujerillo. “Aaaahhhhhh, mmmmmmm”, murmuró incorporándose para verme faenándosela. Verlo mirarme mientras se la comía me puso más cachonda. Seguí lamiendo golosa y le cogí una mano, me abrí hacia él y sin dejar de chupársela empujé sus dedos directamente dentro mi chocho. Le moví la mano como si fuera un consolador y cuando aprendió el movimiento devolví mis manos a su cipote cada vez más brillante, terso y rojo. No lo había visto nunca tan grande. Los chicos de las residencias eran chavales de quince a veinte años y aunque de hormonas estaban llenos para experimentar algunas de mis habilidades, de centímetros no iban sobrados los toletes que me había beneficiado. Mi buen amigo Don Ramón, el cura de mi colegio, cuando me confesaba me había enseñado la diferencia entre los muchachos del colegio y él, que podía perdonarme todos mis pecados a cambio de una buena penitencia de rodillas entre sus piernas, pero tampoco el padre Ramón se había levantado tanto como mi padre en aquel momento. Llenaba mi boca y sentía el sabor de las gotitas que se deslizaban ardientes por mi garganta. Mi padre seguía metiéndome los dedos y ya no decía nada, sólo gemía. Dejé de mamársela y cogiendo su mano para que la moviera con más fuerza lo miré.

- Ves como no esta mal papi, a ti te gusta, a mi me encanta- gemí para que se lo creyera más aún- ves papi, esto es maravilloso, mmmmmm, sigue papá, sigue.

Siguió moviendo los dedos con insistencia, me arrimé más a él y me abrí todo lo que pude “chúpame, papi” y me toqué para excitarlo, “chúpale el chuminito a tu niña, cuando era pequeña me gustaba que me bañaras porque así conseguía que me acariciaras y yo sé que a ti te gustaba que te lo pidiera, hoy estas aquí, estamos los dos para darnos gusto papito, chúpame aquí papi”, y me tocaba, “cómele el conejito a tu niña...”, y bajó su cara hasta mi potorro abierto, noté su lengua explorando mi clítoris y metiéndose entre mis labios chorreantes, no sólo me comía sino que me hurgaba con los dedos y me hacía contorsionar de gusto apretándolo contra mí, “sí, así papi, cómemelo todo, así, más papi, más” y él seguía, “mmmmmm, sí papi sí, pero más, necesito algo más papi, más, hazme más cosas buenas papito”. Me miró como si no entendiera, “más papi, te quiero todo dentro de mí, quiero más, me lo debes papi” , estaba siendo cruel con él, “vamos papi, quiéreme, lo necesito, quiero que me folles, métemela papi, métemela”. Muy tierno y paternal me besó el vientre y me acarició lascivo los muslos hasta las ingles, su mirada me incitó a chuparme los dedos y tocarme luego el conejo sin dejar de gemir atormentada. Mi padre se puso de rodillas sobre la cama, me colocó la almohada bajo las caderas y subiéndome las piernas sobre sus hombros me abrió las rodillas e insertó lentamente su capullo en mi conejo, cariñoso, muy padre. Lo sentí entrar suave, adapatarse a mí, choff, al moverse, choff, al deslizarse, “más papa, métela toda papi, hazme daño y cúrame luego papi”. Bombeaba despacio, creyendo que iba a topar con mi virgo, pobre inocente, bombeaba.... choff, choff, la sacaba un poco y empujaba de nuevo unos cuantos centímetros más hasta que yo de un golpe de cadera me pegué a él de pronto, clavándome lo que aún no me había metido. “Fóllame bien papi, soy tu muñequita”, gemí infantil, “venga papaíto, hazme todo eso que mami no te deja hacer, fóllame como un loco” y empezó a empujar bruscamente, al principio me hacía daño pero mis palabras lo habían ensanguinado, estaba descontrolado y notaba cómo su polla entraba y salía de mí casi desgarrándome el chumino pero haciéndome sentir única. Gozaba de su apetito reprimido durante tanto tiempo y notaba como la gorda punta de su cipote me arañaba sin piedad. “¿Así?, ¿te gusta así mi niña...?”, me preguntó con un punto sado, “...¿es esto lo que querías hija? Dímelo, dime que te gusta , quiero oírtelo mi niña...”, “Sí papi, esto es lo que quería, pero quiero más, hazme gozar más, seguro que sabes cómo darme más gusto papi...”, jadeaba obscena. “...vamos papi, demuéstralo, demuéstrame que eres un buen padre que quiere mucho a su niña...hazme gozar más si sabes...”.

Se detuvo bruscamente, como fuera de sí, sacándome la polla me giró sobre la cama dejándome a cuatro patas bocabajo y me tomó por la cintura. Acercó su polla a mis nalgas y con ella empezó a humedecerme desde la raja hasta el agujero del culo, primero hurgó con la punta de su cada vez más gordo y tenso mango y después de meterme el capullo en el chocho para remojárselo bien apuntó a mi ano. Me la metió de golpe, sin pensárselo dos veces, sin cuidado, enterrándose en mí sin avisar. No pude ni gritar; me quedé sin respiración y no escuchaba más que sus quejidos al empujar, parecía hacerse daño pero seguía empujando violentamente. “¿La notas ahora dándote gusto mi niña?, es lo que querías ¿verdad cariño?... ¿La sientes dentro hija, ves todo lo que te quiera papaíto?... ¿por qué no le dices a papi lo que sientes dentro?... ¿Te gusta eh?”. Casi no lo reconocía mientras me tomaba de aquella forma, su voz sonaba cochina “¿quieres más mi vida?....toma....” y me empujaba con más fuerza sintiendo su tolete presionado por mi estrecho culo. Nunca me habían hecho esto, pensaba mientras creía morirme de dolor. Las lágrimas me bajaban por la cara y notaba cómo mi cuerpo se abría por dentro para dejar espacio a aquella inmensa verga que me taladraba, perdí hasta la visión unos segundos, dejé de oír y el dolor no me dejaba ni respirar. De pronto sin dejar de sentir el rabo de mi padre entrando y saliendo en mi culo noté sus dedos hurgándome el clítoris, empecé a gemir y el aire volvió a mis pulmones, “¿es esto lo que querías verdad mi niña?¿era esto...?” mi padre jadeaba pero no dejaba de buscarme el placer entre las piernas, conseguí pronuciar un doloroso pero morboso “síííí, papí, síííí...” me desvaré de gusto al sentirlo convencido del placer que me daba y para intentar olvidar el dolor empecé a moverme en círculos intentando gozar. Mi padre me cogió una mano y me hizo masturbarme mientras él me metía dos dedos e intentaba colar el tercero, “¿te gusta verdad, cariño? ¿te gusta lo que te hace papi?” y seguía empujándomela por detrás sin dejar de meterme casi sin control los dedos, no llegaban hasta dentro pero me abrían los labios los suficiente para sentirme más salida. Siguió masturbándome sabia pero violentamente y entre sus dedos dentro de mi joven coño y su verga desgarrándome el recién estrenado culito de señorita de bien perdí la noción del tiempo. No sé cuánto tiempo estuvo dentro de mí hasta que sentí un escalofrío que me recorrió desde la planta de los pies toda la espalda hasta llegar al cuello, empecé a convulsionarme de un gusto que jamás había experimentado sintiendo su polla aún dura llevándome a más, sus manos chorreaban entre mis piernas y era tal mi corrida que mi padre no coseguía tocarme el clítoris sin que se le resbalaran los dedos, al sentirme gemir del interminable orgasmo y desfallecer de gusto empezó a bombear impulsivamente metiéndome la polla hasta el fondo del culo, sacándomela y perforando después mi chumino boqueante; yo me dejaba a gusto, estaba exhausta y dolorida pero dispuesta a dejarme hacer lo que quisiera a cambio de seguir disfrutando de cosas que nadie me había hecho nunca; me cogió por los hombros y se enterró tan dentro de mí que creí que nunca más volvería a hablar, se golpeó contra mis piernas abiertas con fuerza animal y aún con sus dedos dentro mi culo estimulándome sentí una bocanada de lava caliente dentro de mí. Empezó a gemir sufridamente y noté cómo se derrumbaba sobre mi espalda. “Tranquilo papi, sigue ahí”, le susurré girando la cabeza buscando su boca para pasar mis labios por los de él y buscar su lengua con la mía; “te ha gustado mi niña”, “sí papi, mucho, nunca me lo habían hecho como tú, quédate ahí dentro de mí” cabalgó varias veces aplastándome casi sin fuerzas y sin dejar de gemir; noté su rabo deshaciéndose en mí, me bajaba su semen por las piernas y su cuerpo derrumbado sobre mí se contorsionaba de placer, sudando, “mmmmm...”, no podía decir más,...mi niño, mira que quiero yo a mi padre.

Esperé a que fuera él quien tomara la decisión de sacarme la polla del coño porque sé que eso a los hombres les gusta mucho, una vez me lo dijo Don Ramón el cura del colegio mientras yo lo abrazaba sentada sin bragas sobre él en su sillón de la sacristía después de la confesión. Cuando he espiado a mis padres mi madre nunca deja que papá se la deje dentro. Mi madre no folla casi nunca y cuando lo hace es con la luz apagada y siempre le dice a mi padre que no le deje la polla dentro. Eso a los hombres no les gusta, por lo menos no a mi padre ni a Don Ramón el cura de mi colegio. A papá le gusta dejarme la polla dentro hasta que se le ablanda después de follarme con la luz encendida, verme desnuda en la piscina o paseándome por la casa para ponerlo cachondo, le encanta que le pida que me acaricie cuando me baña, frotarse conmigo en el despacho cuando salgo del instituto y voy a buscarlo, le gusta que le toque mientras vemos la tele en el salón si mi madre no nos mira o que se la sobe con los pies por debajo de la mesa mientras que comemos; papi a veces se despierta por la noche cuando yo voy a su cama y le acaricio la polla mientras duerme, le gusta que se la toque y se la chupe hasta que se la pongo bien dura y tiesa mientras mamá duerme a su lado y después me acompaña a mi cuarto para asegurarse de que su niña se duerme tranquila; a mi papá le gusta que me masturbe para él y le gusta oírme gemir con su polla dentro de cualquiera de mis agujeros siempre abiertos para él. Por eso a mi padre ahora le gusta más follar conmigo y ya casi no se folla a mi madre y es que mi madre no entiende por qué a los hombres les gustan esas cosas; y es que claro la pobre tampoco entendió por qué mi padre ese año me sacó del internado y se empeñó cada noche, mientras ella dormía a mi bendita hermanita, en contarme un cuento antes de irse a dormir... y vaya cuentos los que todavía hoy mi papi cuenta a su niña. Duermo relajadita, relajadita.